Los autos de fe fueron una manifestación pública de la Inquisición. Si la sentencia de la Inquisición era condenatoria, implicaba que el condenado debía participar en la ceremonia así llamada, que solemnizaba su retorno al seno de la Iglesia (en la mayor parte de los casos), o su castigo como hereje impenitente. Los autos de fe podían ser privados ("auto particular") o públicos ("auto público" o "auto general").
Auto de Fe, de Francisco Ricci (1683). Museo del Prado.
Los autos solían realizarse en un espacio público de grandes dimensiones (en la plaza mayor de la ciudad, frecuentemente), generalmente en días festivos. Los rituales relacionados con el auto empezaban ya la noche anterior (la llamada "procesión de la Cruz Verde") y duraban a veces el día entero.
Dos de los actos de fe más célebres por su solemnidad fueron celebrados en la Plaza Mayor de Valladolid los días 21 de mayo y 8 de octubre de 1559. En el primero de los dos fueron quemadas catorce personas y los huesos y estatua de otra más, y se reconciliaron dieciséis con penitencia. En el segundo, se quemaron trece personas y los huesos de otra, y hubo también otros dieciséis penitenciados. Seguramente estos dos actos históricos inspiraron a Miguel Delibes el descrito en su novela El hereje.
El auto de fe fue frecuentemente llevado al lienzo por pintores: uno de los ejemplos más conocidos es el cuadro de Francisco Ricci conservado en el Museo del Prado y que representa el celebrado en la Plaza Mayor de Madrid el 30 de junio de 1680 (ver imagen).
El auto de fe de Maní, cuadro del ayuntamiento de Maní
Los historiadores ubican la fundación del pueblo de Maní a mediados del siglo XV, después de la destrucción de la famosa ciudad maya de Mayapán, donde Tutul Xiu había establecido la corte de su poderoso reino. El convento de Maní, tercero en antigüedad en esta región, se fundó en 1549, dos años después de haber empezado la evangelización de los indios mayas. Años después se construyó la iglesia, consagrada a San Miguel Arcángel.
Al comienzo de la conquista, los frailes evangelizaban y trataban de evitar que los encomenderos maltrataran a los indios. Pero éstos se quejaban que los trabajadores abandonaban sus tareas para escuchar el Evangelio, lo cual creó tensiones y hasta violencia de parte de los colonos.
Landa llega a Yucatán en 1549 y es nombrado ayudante del guardián de Izamál. En 1552 ya es guardián y se le encarga construir un convento que sustituya a las chozas en que habitaban los franciscanos. En 1556 era custodio del Yucatán y primer definidor de la Provincia dentro de la orden franciscana. Cuando Yucatán y Guatemala formaron una sola provincia, fray Diego fue nombrado Provincial de la misma en 1561. Se le tenía por hombre virtuoso y prudente.
A pesar de las fuertes campañas de conversión, la antigua religión de los mayas no había desaparecido y sólo se encontraba escondida. Landa citaba y reprobaba en 1558 esta situación que tendría su punto culminante en 1562 cuando llega a Maní y constituye un tribunal religioso al que pronto convierte en Inquisición ordinaria. Los interrogatorios a los indios condujeron al decomiso de sus imágenes y piedras sagradas.
En junio de 1562, siendo Landa provincial primero de la provincia yucateca, se descubre un “adoratorio” clandestino donde los mayas protegían sus creencias y su historia. Enterado Landa y apoyado por el alcalde mayor, toma por asalto el lugar, lo destruye e inicia juicio inquisitorio contra los indios.
Tras el interrogatorio y tortura se realizó un gran Auto de Fe en Maní el 12 de julio de 1562 en que Landa hizo quemar unos 5000 ídolos, códices y objetos sagrados. Ya en 1558 había realizado una dura expedición punitiva en Chichen Itzá y arrojado al Cenote Sagrado un valioso número de objetos sagrados tratando de desacreditar este lugar como sitio de veneración y peregrinación de la religión maya. Su excesivo celo y crueldad provocó la indignación de sus colegas y es acusado ante el rey y el Consejo de Indias por crear temor en la población e irritar a los indios y colonos.
Durante su defensa en España, logra publicar un libro donde relata aspectos de la cultura maya, interpretando desde su punto de vista, ciertas costumbres y formas culturales como el lenguaje y la escritura, que, en ningún caso, logran compensar el daño realizado al quemar los códices y elementos auténticos del saber mesoamericano. Fue finalmente absuelto y después nombrado obispo de Mérida, condición bajo la cual regresó a Yucatán en 1572. No sabemos si Diego de Landa llegó a arrepentirse de los atropellos cometidos (se le reconocieron más de 6.330 muertes de indígenas mayas entre ajusticiamientos y torturas). Lo que sí se puede asegurar a ciencia cierta es que el arrepentimiento jamás ha restituido la pérdida provocada, aunque consiga el perdón.
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